Hace unos días, en la reunión del Club de Lectura vimos la película de " El niño con el pijama de rayas" basada en la novela de John Boyne del que hablaba en mi última entrada.
A todos nos pareció bien que a Bruno le quitaran en la película dos años, de 10 que tiene en el libro a 8 que tiene en el largometraje y que estuviera enterado de que su padre es soldado (en el libro no lo sabía). A mí me gustó que Bruno no se refiriera a Gretel, su hermana mayor, como "la tonta de remate" y que Gretel fuera algo más amable con su hermano. De hecho, en un momento dado de la película, cuando una noche los padres de Bruno están discutiendo a gritos en el salón, Bruno entra en la habitación de su hermana y ésta, en un gesto de cariño, levanta la manta de su cama para que Bruno duerma junto a ella.
El final de la película, cuando Bruno y Shmuel son llevados a la cámara de gas, nos impactó a todos por igual. En el libro no tardan en pasar a otro tema explicando el regreso de la familia a Berlín, el despido del padre, la búsqueda de Bruno en los meses que siguieron... Pero en la película se ve cómo meten a los judíos en la cámara, cierran y después de haber sacado una imagen de un soldado con máscara anti-gas echando el gas venenoso en el recinto donde se encuentran los prisioneros, se oyen los gritos y se ve cómo empujan la puerta en un intento de escapar de aquella sensación de quemazón interior, pues al respirar esos gases tóxicos las víctimas sentían cómo se les quemaban los pulmones, y así podían estar durante unos tres teribles minutos.
En este punto terminó la película. Es fácil imaginar cómo nos quedamos después de tan crudo final.
Sin duda nuestra opinión es que, por una vez, el cine mejora el libro.
viernes, 27 de marzo de 2009
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